“Veteranos de guerra estadounidenses que combatieron en Irak y en Afganistán presentaron una demanda contra el gobierno de Estados Unidos, al que acusan de retrasos en pagos de compensación por discapacidad y en tratamientos de salud mental”
BBC.com
Las contradicciones de las guerras de “invasión” son varias; una de las más saltantes, es que usualmente benefician a pocos. La historia cuenta que mientras los senadores y patricios tenían asciendas del tamaño de provincias actuales, el pueblo romano se reducía a una nación de mendigos y de chusma. A la larga el proceso trajo como consecuencia la destrucción de la ciudadanía responsable formada por ciudadanos trabajadores.
Obviamente EE. UU. no es Roma, ni el sistema económico es el mismo; y la nación norteamericana aun se levanta como la más poderosa de la Tierra; pero los saldos de la guerra contra Irak son inciertos. Cuando nos preguntamos a quién favorece esta guerra, ¿quién gana en todo este asunto? No me parece que el ciudadano promedio se esté beneficiando, ni que ahora tenga motivos para sentirse más seguro que antes. Por lo visto, tampoco los soldados, que arriesgaron su propia piel, han pasado sus facturas.
Por lo pronto, una coalición de grupos de veteranos norteamericanos fundamenta su demanda en los siguientes argumentos:
“...se está violando la Constitución y la ley federal, que ordena que se provea de al menos dos años de atención médica a los veteranos afectados.
Aseguran que a menos que se tomen medidas drásticas, el costo para la nación será incalculable, "en términos de familias rotas, una nueva generación de desempleados y veteranos sin vivienda, así como incremento en abuso de droga y alcoholismo", entre otros. “
BBC.com
Todo apunta a que habrá dos frentes en los que han de luchar estos soldados: 1.- El frente de batalla en Irak; y 2.- El frente legal en los EE. UU.
Lo paradójico que del asunto es que parece ser que el gobierno norteamericano tendría ahora también dos enemigos que vencer: 1.- A los soldados iraquíes en la lejana Mesopotamia; y 2.- A los soldados norteamericanos en las cortes norteamericanas.
Enfermos mentales de la guerra
Los soldados estadounidenses que regresan de Iraq con serios trastornos mentales son entregados por la Administración Bush a un servicio siquiátrico de muy baja categoría.
Ello luego de haber afrontado allí múltiples ataques de la resistencia, el sostenido peligro de las emboscadas, los ataques suicidas y las bombas en las carreteras, extendido hasta las misiones más rutinarias.
El periódico The Washington Post y el Journal Medical Association situaron el año pasado entre un 30 y un 35% a los soldados norteamericanos procedentes de Iraq con padecimientos mentales.
Según el Post, en ese país árabe ellos tienen más posibilidades que en Afganistán u otros lugares de ver heridos, mutilados y muertos, así como de tener pensamientos agresivos o suicidas.
Un oficial retirado del Ejército, Andrew Krepine, autor en el 2006 de un informe para el Pentágono, exhortó a no enviar más soldados a Iraq debido a la "enorme presión psicológica" que genera su situación en las tropas.
Los periódicos McClatchy, con sede en el estado de Illinois, revelaron que el gubernamental Departamento de Asuntos de Veteranos no está preparado para brindarles la atención que exige su salud mental.
Una de sus reporteras, Chris Adams, explicó que basaron tal criterio en el análisis de todas las citas médicas del 2005, en documentos oficiales y en intercambios con médicos, soldados y familiares.
La investigación subrayó que ese año unas 100 clínicas locales no brindaron asistencia psiquiátrica y actualmente "el veterano promedio con esos problemas recibe casi una tercera parte menos de visitas".
Si todo lo dicho resultó grave, aún más lo fue saber que el Gobierno de los Estados Unidos envió a Iraq y mantuvo en combate a soldados con evidentes problemas psíquicos.
El 14 de mayo del 2006 un diario del estado de Connecticut, The Hartford Courant, afirmó que, al hacerlo, los mandos militares violaron lo dispuesto por el Congreso en 1997 respecto a la evaluación mental de los desplegados en zonas de combate.
Apoyada en estadísticas del Pentágono, la publicación dijo que hasta octubre del 2005 solo uno de cada 300 efectivos movilizados hacia Iraq fue enviado a un especialista antes de iniciar su misión.
No en balde, comentó, aquel año se suicidaron allí 22 soldados estadounidenses y en el 2006 más de una de cada cuatro muertes fuera de combate recorrieron el mismo camino.
Una parte de ellos, como se denunció, fueron mantenidos en activo a pesar de mostrar claros signos de problemas mentales o de ser militares reenviados a Iraq no obstante sufrir trastornos de estrés postraumático.
Esto ayuda a explicar, como han narrado corresponsales de la prensa internacional, la locura de guerra que se ha ido extendiendo entre soldados norteamericanos desplegados allí.
De acuerdo con esas fuentes, estos últimos han llegado a disparar hasta contra animales domésticos que se les cruzan, como perros o caballos, muchas veces señalados como sospechosos de portar explosivos.
El doctor Mohamed Salaheddin dijo a la agencia Europa Press que en el hospital Yarmouk, de Bagdad, todos los días reciben a numerosas víctimas de tiroteos efectuados por enloquecidos soldados del Pentágono.
Un documento de la Marina de los Estados Unidos, difundido por The New York Times, dice que "muchos marines sufren profundas enfermedades psiquiátricas después de servir en Iraq y Afganistán".
Es cuando, junto a otros uniformados, son llevados a tratamientos médicos de tercera categoría, en medio de una avalancha de pacientes que han puesto en crisis los fondos para tales fines.
Bush los arrastró hacia el infierno de una agresión ajena a sus intereses, después vieron muertos o heridos a numerosos colegas y por último han visto crecer contra ellos el odio del pueblo iraquí.
Y al final, una gran parte de quienes pudieron regresar ni siquiera obtiene la asistencia psiquiátrica que necesita a gritos para disminuir las secuelas que los acompañarán en lo adelante. Sensible imagen de un poder que se desmorona.
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BBC.com
Las contradicciones de las guerras de “invasión” son varias; una de las más saltantes, es que usualmente benefician a pocos. La historia cuenta que mientras los senadores y patricios tenían asciendas del tamaño de provincias actuales, el pueblo romano se reducía a una nación de mendigos y de chusma. A la larga el proceso trajo como consecuencia la destrucción de la ciudadanía responsable formada por ciudadanos trabajadores.
Obviamente EE. UU. no es Roma, ni el sistema económico es el mismo; y la nación norteamericana aun se levanta como la más poderosa de la Tierra; pero los saldos de la guerra contra Irak son inciertos. Cuando nos preguntamos a quién favorece esta guerra, ¿quién gana en todo este asunto? No me parece que el ciudadano promedio se esté beneficiando, ni que ahora tenga motivos para sentirse más seguro que antes. Por lo visto, tampoco los soldados, que arriesgaron su propia piel, han pasado sus facturas.
Por lo pronto, una coalición de grupos de veteranos norteamericanos fundamenta su demanda en los siguientes argumentos:
“...se está violando la Constitución y la ley federal, que ordena que se provea de al menos dos años de atención médica a los veteranos afectados.
Aseguran que a menos que se tomen medidas drásticas, el costo para la nación será incalculable, "en términos de familias rotas, una nueva generación de desempleados y veteranos sin vivienda, así como incremento en abuso de droga y alcoholismo", entre otros. “
BBC.com
Todo apunta a que habrá dos frentes en los que han de luchar estos soldados: 1.- El frente de batalla en Irak; y 2.- El frente legal en los EE. UU.
Lo paradójico que del asunto es que parece ser que el gobierno norteamericano tendría ahora también dos enemigos que vencer: 1.- A los soldados iraquíes en la lejana Mesopotamia; y 2.- A los soldados norteamericanos en las cortes norteamericanas.
Enfermos mentales de la guerra
Los soldados estadounidenses que regresan de Iraq con serios trastornos mentales son entregados por la Administración Bush a un servicio siquiátrico de muy baja categoría.
Ello luego de haber afrontado allí múltiples ataques de la resistencia, el sostenido peligro de las emboscadas, los ataques suicidas y las bombas en las carreteras, extendido hasta las misiones más rutinarias.
El periódico The Washington Post y el Journal Medical Association situaron el año pasado entre un 30 y un 35% a los soldados norteamericanos procedentes de Iraq con padecimientos mentales.
Según el Post, en ese país árabe ellos tienen más posibilidades que en Afganistán u otros lugares de ver heridos, mutilados y muertos, así como de tener pensamientos agresivos o suicidas.
Un oficial retirado del Ejército, Andrew Krepine, autor en el 2006 de un informe para el Pentágono, exhortó a no enviar más soldados a Iraq debido a la "enorme presión psicológica" que genera su situación en las tropas.
Los periódicos McClatchy, con sede en el estado de Illinois, revelaron que el gubernamental Departamento de Asuntos de Veteranos no está preparado para brindarles la atención que exige su salud mental.
Una de sus reporteras, Chris Adams, explicó que basaron tal criterio en el análisis de todas las citas médicas del 2005, en documentos oficiales y en intercambios con médicos, soldados y familiares.
La investigación subrayó que ese año unas 100 clínicas locales no brindaron asistencia psiquiátrica y actualmente "el veterano promedio con esos problemas recibe casi una tercera parte menos de visitas".
Si todo lo dicho resultó grave, aún más lo fue saber que el Gobierno de los Estados Unidos envió a Iraq y mantuvo en combate a soldados con evidentes problemas psíquicos.
El 14 de mayo del 2006 un diario del estado de Connecticut, The Hartford Courant, afirmó que, al hacerlo, los mandos militares violaron lo dispuesto por el Congreso en 1997 respecto a la evaluación mental de los desplegados en zonas de combate.
Apoyada en estadísticas del Pentágono, la publicación dijo que hasta octubre del 2005 solo uno de cada 300 efectivos movilizados hacia Iraq fue enviado a un especialista antes de iniciar su misión.
No en balde, comentó, aquel año se suicidaron allí 22 soldados estadounidenses y en el 2006 más de una de cada cuatro muertes fuera de combate recorrieron el mismo camino.
Una parte de ellos, como se denunció, fueron mantenidos en activo a pesar de mostrar claros signos de problemas mentales o de ser militares reenviados a Iraq no obstante sufrir trastornos de estrés postraumático.
Esto ayuda a explicar, como han narrado corresponsales de la prensa internacional, la locura de guerra que se ha ido extendiendo entre soldados norteamericanos desplegados allí.
De acuerdo con esas fuentes, estos últimos han llegado a disparar hasta contra animales domésticos que se les cruzan, como perros o caballos, muchas veces señalados como sospechosos de portar explosivos.
El doctor Mohamed Salaheddin dijo a la agencia Europa Press que en el hospital Yarmouk, de Bagdad, todos los días reciben a numerosas víctimas de tiroteos efectuados por enloquecidos soldados del Pentágono.
Un documento de la Marina de los Estados Unidos, difundido por The New York Times, dice que "muchos marines sufren profundas enfermedades psiquiátricas después de servir en Iraq y Afganistán".
Es cuando, junto a otros uniformados, son llevados a tratamientos médicos de tercera categoría, en medio de una avalancha de pacientes que han puesto en crisis los fondos para tales fines.
Bush los arrastró hacia el infierno de una agresión ajena a sus intereses, después vieron muertos o heridos a numerosos colegas y por último han visto crecer contra ellos el odio del pueblo iraquí.
Y al final, una gran parte de quienes pudieron regresar ni siquiera obtiene la asistencia psiquiátrica que necesita a gritos para disminuir las secuelas que los acompañarán en lo adelante. Sensible imagen de un poder que se desmorona.
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